Camino Neocatecumenal
Desde hace ya más de 5 años, el Camino Neocatecumenal se encuentra presente en la parroquia; tanto a través de una comunidad en misión procedente de la parroquia Virgen de la Paloma de Madrid, como de la primera comunidad neocatecumenal de la parroquia.
La comunidad en misión es enviada por el cardenal D. Carlos Osoro en 2015 con la misión de anunciar el evangelio y mostrar que es posible vivir contentos en medio de las dificultades y sufrimientos. El mismo Cardenal les dijo: «Hoy también yo os bendigo, porque sé que sois profecía también de pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera que es lo que vosotros ahora públicamente habéis manifestado».
La primera comunidad de la parroquia es un grupo de hermanos que realizan el itinerario postbautismal por etapas para redescubrir las fuentes de su bautismo e insertarse de una manera más plena en la vida de la Iglesia, descubriendo a la luz de este catecumenado el amor de Cristo y la paternidad de Dios en su historia particular.
«En la Iglesia antigua, en medio del paganismo, cuando un hombre quería hacerse cristiano, era invitado a hacer un itinerario de iniciación al cristianismo que se llamaba “catecumenado”, palabra que viene del término catecheo, que significa “hago resonar”, escucho.
Hoy estamos inmersos en una cultura que es contraria a los valores del Evangelio. Sobre todo a través de los medios de comunicación –prensa, radio y televisión- recibimos una “catequesis”, podemos decir, del paganismo, que está acelerando cada vez más el proceso de secularización y que está llevando a tanta gente a abandonar la fe y la Iglesia. Por esto es urgente abrir de nuevo un itinerario de iniciación al Cristianismo…
…hoy día, casi en todas partes, las diócesis están intentando hacer una catequesis para adultos de tipo catecumenal… En la Iglesia primitiva el catecumenado estaba formado por una síntesis de Palabra (kerigma), Moral y Liturgia. La Iglesia antigua tenia, antes que nada, un kerigma, es decir, el anuncio del primum christianum, de aquello que da la fe. Dice san Pablo: “Dios ha querido salvar a aquellos que creerán a través de la necedad de la predicación” (1Cor 1, 21), en griego kerigma.
El kerigma nunca es un “sermón”, ni una conferencia, sino que es una noticia que tiene el poder de realizar aquello que anuncia. Así sucedió en la Santa Virgen María: después de haber recibido el anuncio del ángel, fue cubierta por la sombra del Espíritu Santo y quedó encinta de Cristo, madre del Señor. Según los Padres de la Iglesia, la Santa Virgen es imagen del cristiano, que escuchando el anuncio del kerigma, queda él mismo “encinta” de Cristo y “madre” de Cristo: “mi madre… es quien escucha la palabra de Dios y la pone en práctica” (cf Lc 8, 21).
Este anuncio en la Iglesia antigua estaba hecho por apóstoles itinerantes, como Pablo y Sila y provocaba en quien lo escuchaba un progresivo cambio moral, gracias a la ayuda del Espíritu Santo. Dado que la noticia era que Cristo, que murió por nuestros pecados, ha resucitado de la muerte, ascendido al cielo e intercede por cada hombre que escucha el kerigma y envía del cielo la promesa, el Espíritu Santo. Así dirá Pablo: el Espíritu de Cristo da testimono a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (cf Rom 8, 16).
Entonces, anuncio del kerigma y cambio de vida eran sellados por los sacramentos; concretamente por el Bautismo, que venía dado por etapas, por lo que la iniciación cristiana en la Iglesia primitiva aparece como una gestación a la vida divina.
Cuando en los siglos sucesivos desapareció el catecumenado, esta síntesis kerigma-cambio de vida-liturgia, fue a menos: el kerigma como llamada a la fe que implica una decisión moral, ya no existirá y se trasformará en catecismo, en “doctrina”. La moral se convierte en “fuero interno”, o sea en un hecho privado. La liturgia separada del iniciación pasará a ser igual para todos y se aleja de la vida.
Hoy, si queremos abrir un camino de evangelización para el hombre contemporáneo, debemos recuperar esta síntesis de kerigma, cambio de vida y liturgia…»
Kiko Argüello
Roma, 6 de Noviembre de 2000